No me felicites sin saber de qué va esto cada 25 de enero, por ser el día de la mujer hondureña, y cada 8 de marzo, día internacional de la mujer.
En los años de la secundaria reconocí más de algún rasgo de algunos profesores que hacían esa ridícula diferencia sobre las capacidades de las mujeres y los hombres, como por ejemplo que las mujeres no somos buenas para la educación física o para el estudio de las ciencias.
Con 17 años me inscribí en la Licenciatura en Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala pero me di cuenta que finalmente mi vocación estaba en estudiar la Licenciatura en Letras y Filosofía así que hice el cambio de carrera y me inscribí en la clase de Filosofía Contemporánea y cuando entré el profesor se me quedó viendo y me dijo: “aquí no le doy clases a nenas de primaria, ahora cualquiera piensa que puede hacer una carrera de filosofía, te vas de mi clase” y efectivamente me echó del aula. Lamentablemente, para bien o para mal, nunca he podido quedarme callada y denuncié al profesor. Seis años después me gradué de la Licenciatura en Letras y Filosofía y con honores. Por cierto, no faltó quién me dijera que estudiar filosofía es cosa solo de hombres.
Posteriormente hice una maestría en gestión cultural y muchas personas creen que este tipo de carreras son para mujeres porque “gestionar expresiones de arte es cosa de mujeres”, inclusive no ha faltado quién me diga que hay carreras universitarias que son propias de mujeres. El mundo del arte es como una cuestión de decoración que las mujeres entendemos bastante bien. Así de despectivo lo ven algunos. De mi generación de la maestría en gestión cultural en la Universidad Carlos III de Madrid, de 42 alumnos solo 5 eran hombres y el resto éramos mujeres. No dudo que a mis compañeros se les cuestionara y criticara el hecho de haber elegido una carrera como la gestión cultural, “porque es una profesión para mujeres”.
He tenido mujeres jefes y tristemente hay una tendencia de algunas de éstas en preferir a tener en sus equipos de trabajo solo a hombres porque confían más en la forma de trabajo que hacen los hombres.
En el ámbito de relaciones de parejas, existen conflictos porque el hombre no acepta que su pareja tenga más éxito profesional que él. Por supuesto, en este ámbito de las relaciones de pareja hay mucho más que decir, pero me limitaré a decir esto sobre los celos profesionales.
Hay una exageración en la sociedad de hoy en día, pareciera que las mujeres deberíamos de ser una especie ya no de seres humanos sino de “plus ultra”, las que todo debemos resolver sin ayuda de nadie y se nos exige cumplir con todo a la vez y a perfección, no se nos está permitido errar, somos tan duras en nuestras posiciones que hasta caemos en insultar a las otras de nuestro sexo porque no son capaces de ciertas cosas que en teoría deberíamos hacerlas “bien”.
En 2013, me convertí en madre, madre soltera porque me tocó asumirlo, no por elección. Mucha gente me criticó por ser madre soltera. Pero encima de todo, hubo una chica que me criticó por haber tenido a mi hija en parto por cesárea y en serio me dijo: “yo soy mujer de verdad, porque tuve parto natural”. ¿Acaso los partos por cesárea te hacen menos mujer? Lo mismo pasó por las críticas que muchas mujeres me hicieron por no amamantar lo suficiente a mi hija. No entraré en detalles de por qué le di poco tiempo de lactancia a mi hija, pero el punto es que nuestra cultura es así, es como si todo el tiempo debes darles explicaciones sobre todo a las de tu mismo sexo por no asumir a “perfección” tu condición de mujer.
No, no es sencillo, y no entiendo por qué muchas veces, estas críticas y señalamientos vienen de personas de tu mismo sexo. Y lo que me preocupa es que efectivamente, las mujeres llevamos la mayor parte o toda la carga de educar a los hijos y este tipo de cosas son las que les transmitimos y luego vienen las preguntas de por qué será que actuamos y pensamos de determinada manera.
Los insultos entre mujeres llegan a tal punto que hay mujeres que ven como tontas a las que se casan y a las que tenemos hijos. ¿Acaso ellas mismas no nacieron de una mujer? O sea que ¿sus madres, abuelas, tías, y demás mujeres de su familia son tontas por haberse casado y decidieron ser madres?
Y mientras camino por la calle, un albañil me tira un “piropo”, que de piropo no tiene nada, porque básicamente escucho o vulgaridades dirigidas para mí o un sonido como que si llamara a un perro o un gato, y termino sintiéndome como trozo de carne colgado y un lobo que añora comérselo.
También estamos las mujeres que nos toca lidiar con demandas contra padres irresponsables que se limitan a cumplir su responsabilidad económica para sus hijos, porque por sentencia judicial se ha logrado que cumplan, y encima son el tipo de hombre que dan discursos de equidad de género porque trabajan en una organización internacional en pro de las niñas y las mujeres.
Salir a la calle requiere de valentía y rudeza siempre, estar a la defensiva, ponerte caparazón muy grueso para emprender la lucha en esta batalla de la vida y dejar que resbalen los comentarios que la sociedad impone.
Chicas, señoras, aún nos queda mucho por hacer para hablar de equidad de género e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Hay cosas más injustas que estas que yo he vivido, por supuesto, hacia las mujeres, pero de alguna manera me permite recordar que hay mucho trabajo por hacer al respecto.
Sin ánimos de ser jactanciosa, me permito acabar auto citándome en un ensayo que publiqué hace algunos años, cuando aún pertenecía al Comité Internacional de Investigación y Crítica Literaria de Editorial Promesa de Costa Rica y de la Universidad de la Sabana en Bogotá Colombia, en el ensayo “La poesía de Clementina Suárez”, ensayo publicado tanto en Costa Rica en la Revista de Lenguas Modernas de la Universidad de Costa Rica y en las memorias del Coloquio de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de la Sabana, conferencia que dicté en la Academia de la Lengua de Colombia: “La mujer, en toda la historia de Occidente, ha tenido que vivir en un mundo que ha sido fundamentalmente el mundo del hombre, en el que la mayoría de las invenciones –al menos las visibles, las referentes a “cosas”– eran masculinas. La mujer ha tenido que instalarse en ese mundo, y labrarse dentro de él su mundo particular. Y ha tenido que entender el mundo del hombre, dentro del cual vive.” (p. 19)