«Cuaderno de todo» es un proyecto personal para reunir diferentes publicaciones que he realizado en varios países así como también es mi libreta virtual de apuntes, lo que me permite permanecer como un artesano en su taller: diariamente mejorando la técnica de la escritura creativa y de ensayos de opinión en los ámbitos de interés profesional.
Han pasado exactamente 6 meses desde que por diversos motivos (motivos todos injustos, para mí siempre vale la pena recalcarlo) tuve que tomar la decisión de renunciar a mi trabajo en la UNAH. Casi al mismo tiempo de mi renuncia, di a conocer un proyecto personal creativo, mi marca personal: la de Carmen Cruz Gestión Cultural – Investigación – Creación y que junto a esta marca venía el proyecto de «Cuaderno de Todo».
Durante estos 6 meses, prácticamente no he alimentado está página. Se ha mantenido con los contenidos iniciales con los que la abrí. Hoy regreso para contar mis vivencias durante este tiempo. Un tiempo que ha sido de búsqueda interior, de muchas preguntas y quizás de pocas respuestas.
Hoy retomo este proyecto porque me parece que es importante que en este mundo en el que ahora tenemos la posibilidad de estar comunicados en redes sociales pero a la vez de tanta soledad y de poco intercambio personal, quizás mi experiencia le sirva a otras mujeres, para tomar el valor necesario de seguir luchando por sus sueños y metas.
En un país como el nuestro, sabemos que no es sencillo encontrar oportunidades de trabajo, sobre todo cuando no poseemos ni los medios económicos ni los contactos necesarios que nos lleven a los cargos y sitios soñados para trabajar. Si no es fácil con profesiones más técnicas, no digamos en mi caso que tengo una formación en humanidades, artes y en ciencias sociales.
En mi caso, decir soy “Gestora Cultura” aún me cuesta decirlo con seguridad porque siempre veo en la cara de las personas, símbolos de interrogación y de extrañeza de ¿Y eso para qué sirve?
Ya se imaginarán si mencionara que tengo una Licenciatura en Letras y Filosofía, es algo que por lo común ni siquiera suelo mencionar, no digamos cuando se trata de llenar formularios en bancos o instituciones en las que usualmente “en el sistema” ninguna de mis carreras aparece.
Las oportunidades laborales para mí no salen ni en ferias de empleos, ni en anuncios en ninguna parte. Sin embargo, afortunadamente, desde mi regreso de España a Honduras en el año 2009, casi ya 10 años, tuve trabajo de forma continua en diferentes instituciones. Entonces empecé mi camino profesional en mi propio país. Llegó el año 2018 y estoy aquí, en plena edad productiva y sin un trabajo para una institución específica.
Ante este escenario solo tenía dos aspectos que trabajar:
1. La resiliencia y 2. Reinventarme
Lo primero, básicamente sabemos que se define como la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es arquitecto de su propia alegría y de su propio destino.
Lo segundo, tiene que ver con el hecho de no sentarse a esperar a que un día surja una nueva oportunidad laboral. Tener un sueldo fijo es maravilloso, pero entonces recordé el origen de mi familia materna: mujeres sencillas costureras con una gran sabiduría que me enseñaron que la vida es tejer sueños, bordar historias, aprender puntadas, cambiar de aguja e hilo, desatar nudos, ajustar la tensión, avanzar en la labor, deshacer o remendar errores cuando se puede y volver a empezar.
Llega un punto en la vida en que uno aparentemente está solo para enfrentar ciertos problemas. Y quizás las personas más cercanas no están de la forma como uno quisiera.
En mi caso, la renuncia de trabajo significó un quebranto en mi salud y el tratamiento hacía más complicado sobrellevar un buen estado de ánimo. Y sin embargo, siempre he tenido una gran razón por la que nunca puedo dejar de sonreír pase lo que pase, siempre debo tener ánimos para jugar, para inventar cosas nuevas y esa razón es mi hija.
En medio de la nebulosa de problemas, siempre aparece al menos una persona, un ángel vestido de humano que te extiende la mano y entonces te das cuenta del valor que tiene una frase, una muestra de cariño sincero en ese momento. Eso te hace ser mucho más agradecido con la vida.
No tengo recetas precisas que darte para un proceso de «Reinventarse» pero sí puedo decirte que he aprendido algo: hay que amarnos a nosotros mismos en las experiencias de vida que nos tocan. Independientemente de los propios errores, de los errores y ofensas de los demás hacia nosotros, de las circunstancias externas, lo importante es aceptar las contrariedades de la vida. Y no hablo de quedarnos estacionados en ese momento, hablo también de que una vez que nos hemos dado cuenta que las cosas están mal, hay que tener el valor siempre de decir “no quiero vivir ya así” y volver a empezar. Es un deber el auto otorgarse el derecho a cometer varias veces errores de vida, o de vivir una y otra vez experiencias desagradables antes de llegar a tener la voluntad y el valor necesario para transformarse.
El paso de oruga a mariposa no resulta nada sencillo. No, no es fácil, y te lo cuento hoy y te invito a intentarlo, quizás otra vez.