El presente trabajo es parte de la ponencia que ofrecí en noviembre de 2017 en la ciudad de Puebla, México, en el Seminario Internacional “Migración y Patrimonio Cultural”. Acudí por invitación de la coordinación y organización: el Área de Historia del Arte de la Facultad de Humanidades en la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla (España) y el Colegio de Historia, de la Facultad de Filosofía y Letras, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México).

La ponencia recoge mi experiencia personal de vivir en zona fronteriza entre Honduras y Guatemala así como un análisis profesional como gestora cultural sobre la relación entre migración y cultura, centrándome especialmente en las siguientes dimensiones: la persona en sí misma, la comunidad de origen, la comunidad receptora y su respectivo desarrollo y evolución cultural.

Frontera de Agua Caliente
Recientemente se anunció en Honduras con bombos y platillos la noticia de la unión aduanera entre Honduras y Guatemala. Sí, una vez más. La misma noticia se dio en el año 2005, 2011 y recientemente en 2017. En realidad, es una noticia que se viene anunciando desde el año de 1966. Soy una ciudadana hondureña que desde que nació, literalmente, ha pasado por la aduana de “Agua Caliente”, frontera entre Honduras y Guatemala, como una persona más con su documentación en regla. Yo utilizo el camino formal, aunque también sé de oídas por dónde van los caminos de aquellos, los otros, los indocumentados y los contrabandistas del comercio informal, los que se utilizan para evadir a las autoridades de migración y fiscales.

Que anunciaran una unión aduanera no tiene mayor impacto para las personas que vivimos en zona fronteriza. Sabemos que aquello es solo un discurso político y un pretexto para la foto que aparecen en los diarios de mayor circulación de Honduras.

No es que los trámites sean para facilitarles las cosas a los usuarios, a los viajeros y a los comerciantes. Los sabemos de memoria: el formulario que era verde ahora es rosa y le agregaron una celda más o le quitaron una. A eso le llaman innovación aduanera y agilización de procesos.

Mucho más allá de los formalismos y de los absurdos trámites que implica pasar de un pequeño país a otro en el Triángulo Norte de Centroamérica, en el que hoy hay que llenar un formulario de un tipo y mañana de otro tipo, lo que particularmente es de mi interés resaltar es la cotidianidad que se vive en ese punto fronterizo de la Aduana de Agua Caliente.

Las personas que viven en la zona fronteriza de Honduras y de El Salvador viajan hacia Guatemala cotidianamente por los siguientes motivos: por turismo religioso, a hacer peregrinación a la Basílica del Cristo Negro de Esquipulas; van a hacer compras y a hacer uso de servicios de salud y de educación, entre otros motivos importantes. En realidad este intercambio seguramente se remonta desde épocas precolombinas, lo que ha cambiado por supuesto, es el tipo de razones por las que se viaja o se intercambia. Por esa aduana se ve pasar todo tipo de personas, de todas las categorías sociales y económicas. No así la gente que vive en la línea divisoria, que se caracteriza por ser personas de muy bajos recursos, pero que se acostumbran a obtener servicios de uno y otro lado. Es decir, es normal que un niño hondureño sea atendido en un centro de salud salvadoreño o guatemalteco, o asista a la escuelita del pueblo cercano salvadoreño, por ejemplo. Para estas personas, no hay un sentido de límites ni fronteras.

He tenido la posibilidad de viajar hacia Guatemala tanto en carro particular como en transporte público lo que me ha permitido ver diferentes escenas: desde lo absurdo e inverosímil hasta lo irrisorio y anecdótico. Lo cotidiano allí es ver por ejemplo: madres solteras que se arriesgan a viajar con sus pequeños sin llevarles documentación y dispuestas a pagar “mordidas” con tal de pasar la aduana. Comerciantes pagando “mordidas” para no pagar los impuestos debidos por sus mercancías; injusticias, como por ejemplo, cómo autoridades le quitaban a un pobre señor una gallina que había conseguido en Guatemala y enviaron al mismo señor a comprar gasolina para quemarla porque la gallina no podía ingresar a Honduras porque representaba una amenaza para el país si la dejaban ingresar sin permisos sanitarios.

Debes pagarle al Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria (OIRSA) una cantidad de dinero considerable para que fumiguen tu carro porque por haber estado en Ciudad Guatemala representas una amenaza de fiebre porcina para Honduras. Y por supuesto, la crueldad de ver a diario a jóvenes caminando que van intentando el sueño americano o los autobuses que llegan de México a diario con los deportados. Cientos de personas que regresan con sus historias de no haberlo logrado y los dejan allí a orilla de carretera sin dinero para cruzarse medio país para volver a sus casas con sus bolsas vacías y sus sueños perdidos.

Lo normal en el Trifinio Norte de Centroamérica es que haya personas con doble o triple nacionalidad; el consumo y variedad de comidas que se venden en puestos callejeros por supuesto ha cambiado con el paso del tiempo: las señoras que venden comida en ambos lados o dentro de los medios de transporte son toda una fusión que mezcla propuestas indígenas, campesinas, americanas y contemporáneas. Todo es cuestión de sentarse un momento a disfrutar de la variedad que ofrece el escenario y se comprenderá que entre comidas, la vestimenta, la música que se escucha, absolutamente todo es tan distinto al resto del país. Honduras no termina en el Departamento de Copán, para llegar a Aguacaliente hay que pasar también por el Departamento de Ocotepeque, sin embargo, al empezar a subir la montaña de “El Celaque”, desde su punto más alto llamado “El Portillo”, parecería que allí se acaba Honduras y se mezcla un territorio. En el horizonte parecería que se mezclan las montañas de El Salvador, Honduras y Guatemala.

Vista de las montañas del Trifinio capturada desde El Portillo, Ocotepeque, Honduras: punto donde se unen las montañas de Honduras, Guatemala y el Salvador.

Fronteras
De acuerdo al concepto de Nuria Sanz: “Las fronteras funcionan como sistemas y dispositivos de clasificación social que definen la porosidad y la permisividad, características que establecen quiénes pasan y quiénes no pueden pasar”. Sin embargo, paradójicamente, como lo menciona Valenzuela, en su libro Transfronteras. Fronteras del mundo y procesos culturales, las fronteras unen cosas que estaban separadas, unen procesos que estaban aislados, los vinculan, los articulan, pero al mismo tiempo, las fronteras tienen una condición disyuntiva, en el sentido que separan cosas que estaban unidas.

Me pregunto ¿Cómo serían las fronteras desde la lógica de los campesinos y Chortíes del Occidente de Honduras y de las comunidades Mayas del Oriente de Guatemala, en general, desde la visión del propio pueblo? Quizás serían construcciones socioculturales y muy distintas de lo que significa una frontera para nuestros actuales sistemas de gobierno. Porque a juzgar por el mal servicio que ofrecen, habitualmente, el personal oficial que trabaja allí, “pasar por una frontera implica hablar de poder, de fuerzas que regulan, de fuerzas que proscriben, de fuerzas que encarcelan, de fuerzas que matan, de fuerzas que permiten o no permiten…” (Ibídem, p. 106)

Las causas y las consecuencias de las corrientes migratorias han cambiado y, junto con ello, los patrones migratorios han experimentado importantes transformaciones y, por ende, la diversidad cultural tiende a modificarse, a retroalimentarse. Las fuertes crisis económicas y financieras experimentadas a partir de fines de 2007 a nivel mundial provocaron cambios significativos en los mercados laborales de distintas economías, tanto en los países de destino como en los de origen de los grandes flujos migratorios. Pero no han sido sólo las causas económicas las que han modificado los procesos migratorios, sino también el endurecimiento de las políticas migratorias por parte de un buen número de países receptores de migrantes, la violencia en muchos de los países de diferentes regiones.

También han tomado relevancia en los últimos años otras modalidades de la migración, entre ellas la de retorno –tanto voluntario como forzado–, la inserción o reinserción de los migrantes en las comunidades.

Migración de Hondureños a Estados Unidos (principalmente)

“En Honduras el flujo migratorio se inicia en la década de 1990, y se agudiza en 1998, inmediatamente después del paso del Huracán Mitch por el país; las condiciones generadas por este fenómeno contribuyeron al éxodo de hondureños, principalmente a Estados Unidos de América (Observatorio Económico y de Emprendimiento [OEE], s.f.)”

El fenómeno de la migración no es un problema ajeno a la realidad hondureña. Durante los últimos años, la misma ha mantenido una tendencia creciente, debido a diversos factores, entre ellos: la falta de oportunidades laborales o educativas, mercado laboral en donde prevalece el desempleo y el subempleo visible e invisible, reunificación familiar y seguridad personal [en relación a este factor, actualmente ha surgido un problema que constituye una nueva causa de migración en Honduras, la extorsión por parte de grupos antisociales a ciudadanos que son propietarios de pequeños y medianos negocios, y así lo expone el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos de Honduras (CONADEH)].

Instituciones como el Foro Nacional para la Migración en Honduras (FONAMIH) indican que la población con mayor inclinación a la migración está constituida por jóvenes entre 18 y 32 años. Según datos de esta institución, aproximadamente son 100,000 personas las que salen del país anualmente, de las cuales el 71 % son jóvenes. Asimismo, el FONAMIH señala como causas que obligan a la juventud a emigrar del país, aparte de las condiciones socioeconómicas: 1) la inseguridad ciudadana; 2) huir de las maras; 3) aprovechamiento de redes sociales de apoyo que existen en el país extranjero; 4) falta de acceso a tierras como alternativa para superarse; 5) actitud irresponsable de la familia; y 6) los bajos salarios en el país.

Esta situación demuestra la problemática existente en Honduras respecto a la falta de creación de oportunidades inclusivas para los jóvenes. Honduras actualmente posee un bono demográfico que no está siendo aprovechado, más bien está siendo excluido y obligado a buscar oportunidades en otros países, lo cual a largo plazo no es favorable para el país.

De igual manera, resulta alarmante ver noticias en los principales medios de comunicación del país, en donde se alerta de la creciente cantidad de menores que viajan solos desde Honduras hacia Estados Unidos. El siguiente gráfico de Diario El Heraldo muestra el flujo de menores hacia los Estados Unidos:

Gráfica Diario El Heraldo.

Migración y Cultura
¿Y el arte y la cultura qué papel juegan en todo este escenario? Migración y cultura son dos conceptos íntimamente relacionados: cualquier proceso migratorio trae consigo un proceso de desarrollo de la cultura. La cultura no es estática, es dinámica. En las fronteras, a través de una zona geográfica compartida, se desarrolla una identidad propia que no es ni de uno ni de otro, sino, una identidad propia, son espacios que evolucionan y en el cual la cultura recibe fuertes dosis de innovación.
En el proceso migratorio hay tres dimensiones y el factor cultural es uno de los más afectados:

1. La persona en sí misma.
2. La comunidad de origen.
3. La comunidad receptora.

La cultura se transmite de generación en generación, son las personas quiénes la asimilan, enriquecen, modifican, conforme pasa la vida y el tiempo. Estas se manifiestan en cada una de las comunidades y pueblos del mundo a través de sus habitantes. La persona en sí misma es portadora de una cultura en específico; las comunidades cambian si sus habitantes emigran, y las comunidades cambian cuando reciben inmigrantes. En todo caso la calidad de vida de cada una de estas tres dimensiones puede mejorar en la medida que podamos promover la preservación de su cultura, así como también que se puedan integrar de manera exitosa a las nuevas culturas y a su vez que puedan asimilar las expresiones culturales y desarrollar nuevas expresiones.

Migrantes retornados
Como ya lo mencionamos, un tema interesante para el estudio de la cultura es la inserción o reinserción de los migrantes de retorno en el ámbito cultural o educativo y, ante todo, en la vida cotidiana de sus comunidades de origen, o ahora de destino.
Un buen ejemplo en Honduras es el Proyecto CREARTE , el cual contribuye tanto a la prevención de la migración irregular así como al fortalecimiento de entornos protectores para la infancia y juventud, por medio de actividades artístico-culturales. Este proyecto está coordinado por Mujeres en las Artes (MUA) y el Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET), en donde el Proyecto Crearte se incorporó a UNICEF como estrategia cultural al sistema de protección y atención a la niñez migrante retornada con miras a propiciar convivencia y paz en la población infantil, adolescente y joven de Honduras.
El proyecto recién se ha puesto en marcha y se esperan resultados importantes para 12 municipios de Honduras.

Mapa de acción del Proyecto Crearte

Políticas públicas de migración y cultura
Cruzar fronteras es una experiencia conocida en todo el mundo y en todos los tiempos. El ánimo de moverse de un lugar a otro para conocer nuevas culturas es inherente al ser humano. Sin embargo, en las condiciones que sucede actualmente, especialmente con las personas que lo hacen desde Centroamérica hacia América del Norte, para ellos migrar no es una opción sino que se convierte en una necesidad y en una obligación.
El punto es volver la mirada a los migrantes en sí mismos, no como simples estadísticas, sino más bien reconocer el fuerte impacto que significa la experiencia migratoria en cada persona y, por ello, pensar en ellos de manera concreta que, ciertamente engrosan varias estadísticas que nos alarman: migración ilegal, remesas, subempleo, condiciones críticas de ocupación, votos desde el exterior, entre otras; esas personas de carne y hueso son fuertemente invisibles.

¿Cómo conocerlos realmente, rescatar su experiencia y darle un espacio justo a cada detalle de su vida? Recoger estas experiencias nos llevaría a la propuesta de verdaderas políticas públicas en migración y cultura como las que Roberto Rosique nos propone en Migración y Cultura en donde hace una serie de recomendaciones para una política pública en migración y cultura que sería interesante implementar en nuestros países:

“1.Reconocer públicamente las aportaciones culturales que la migración brinda a la comunidad donde se asienta como una medida para paliar la xenofobia. 2. Exaltar la riqueza de las tradiciones que dan forma a las culturas híbridas como un recurso para mitigar el racismo. 3. Honrar la participación de la mujer migrante como ejemplo del doble esfuerzo (madre y trabajadora) por alcanzar una vida mejor. 4. Fomentar mediante la cultura el respeto a las formas de pensar, credos e inclinaciones sexuales del migrante. 5. Realizar foros para la Cultura de la migración, como recurso para encontrar caminos de entendimiento y tolerancia. 6. Desmitificar lo negativo de la migración. 7. Promover el compromiso del artista en divulgar con sus trabajos las cualidades y los riesgos de la migración. 8. Proveer de recursos a proyectos culturales que busquen visibilizar la xenofobia. 9. Insertar en los programas de educación superior (en todas las carreras) el tema sobre cultura y migración, como medida para concientizar sobre una realidad inobjetable, necesaria, pero mal atendida. 10. Poner en la dirección de las instituciones que protegen al migrante a individuos con solvencia moral, crítica y humana”.

En muchos países, en general, a los extranjeros se les termina por definir como peligrosos, lo cual es una definición amplia y generalmente ambigua. No se explica exactamente por qué son peligrosos, pero con la construcción de ese estigma se les despoja de su humanidad. Antes de ver a la persona, se impone el rechazo. Los migrantes son clasificados, estigmatizados ante la opinión pública, amedrentados e invisibilizados.

Los estigmas construidos sobre la población migrante son variados en su forma y sus alcances. En casos extremos se les considera pandilleros o delincuentes. Ser «otro» alude a la diferencia. Ser «el otro» implica una noción de alteridad: distinto, extraño, peligroso. Ser «lo otro» agrega la cosificación.

Si bien la movilidad de las personas en la actualidad tiene un motor fundamentalmente económico, en general, migran en busca de mejores condiciones de vida. Pero qué hay de sus emociones, sentimientos, de sus sueños, la memoria, la habilidad para vivir en dos mundos de manera paralela y frecuentemente simultánea. Tal es el caso de las mujeres migrantes, transgresoras que viven una paradoja: se separan de sus hijos (con lo cual se exponen a la censura), precisamente porque lo más importante para ellas son sus hijos (con lo cual acatan el mandato social). La provisión económica es una tarea masculina que estas mujeres suelen asumir. Sin embargo, una fuerte carga de nostalgia que se entrelaza con el miedo de perder el cariño de sus hijos. Añoranza, malestar y culpa son emociones predominantes en este grupo.

A manera de conclusión: Arte y cultura para la esperanza
“Violencia en Centroamérica”, este tipo de titulares en diferentes medios de comunicación los encontramos casi a diario en cada uno de los países centroamericanos así como en otros países de América Latina, Norteamérica y Europa. “El asedio de las maras Salvatrucha y 18, las pandillas juveniles que desde hace más de 23 años trastornaron el mapa de la seguridad en el Triángulo Norte de Centroamérica, es incesante y tenebroso y obligó a militarizar colegios de secundaria en Honduras, imponer estados de excepción en cárceles en El Salvador y enfrentar un constante ataque armado al transporte urbano y rural de pasajeros y a innumerable menú de extorsiones en Guatemala…”

Y aunque es nuestra cruda realidad, hay personas en nuestros países centroamericanos que aún consideran que en los medios de comunicación no se debería de dar a conocer de esta manera nuestra situación de inseguridad y violencia, porque nos damos a conocer no por los aspectos positivos (y que los hay en una gran variedad y riqueza en muchos aspectos), acabamos por tener una mala percepción de lo que somos en el exterior: Centroamérica se convierte en sinónimo de violencia. Evidentemente, desde afuera nos ven como países que prácticamente vivimos en guerra. Algo que no deja de ser verdad pero que en el fondo, como ciudadanos centroamericanos nos duele nuestra situación.

Y si vivimos en guerra, y si la inseguridad es nuestro pan de cada día, y si la violencia en diferentes expresiones impera en nuestra sociedad, qué papel juega “la cultura” en medio de esta grave situación que nos acecha.

En pleno S.XXI, todavía prevalece la idea, para algunas personas, de que la cultura es solamente lo que se conoce como la “alta cultura” (que se refiere especialmente a expresiones artísticas de las artes visuales, literatura y música). El filósofo español Javier Gomá nos dice: “Es importante distinguir entre los cuatro significados de la palabra cultura. Cultura es el conjunto de tradiciones y costumbres que comparte una comunidad; cultura es lo que hace un grupo muy exiguo de personas en una sociedad: los creadores; cultura son las empresas o las industrias culturales y, por último, cultura son las políticas culturales”. Para el autor “lo más importante es el nivel dos, el de los creadores. Y lo es en la medida en que influye en el nivel uno, que es la cultura compartida en comunidad”.

La cultura sigue siendo un tema que parecería está desligado de muchos discursos actuales, como si se tratara de cosas distintas, una cosa es la cultura y otra muy distinta los problemas sociales.

Bourdieu en su libro La distinción puso patas arriba el concepto original de “cultura” nacido con la Ilustración y luego transmitido de generación en generación, aquel que está ligado al refinamiento y el de cultura en el sentido de formación o educación. Para él, la “cultura” no debía ser una preservación del statu quo sino un agente de cambio; más precisamente, un instrumento de navegación para guiar la evolución social hacia una condición humana universal. El propósito original del concepto de “cultura” no era servir como un registro de descripciones, inventarios y codificaciones de la situación imperante, sino más bien fijar una meta y una dirección para las iniciativas futuras.

Particularmente considero que la cultura es, también, un espacio de la sociedad que llena de sentido y significado todo lo que sucede. El concepto de cultura abarca la creación artística y los artistas están para contar la violencia en sus diferentes manifestaciones, denunciarla, para transgredir ese lugar de lo correcto y lo establecido y poder decir cosas que la sociedad necesita escuchar y que desde los canales establecidos no pueden obtener voz.

La cultura y el artista están para contar y traducir ese dolor en esperanza, con una perspectiva en el futuro, en soluciones posibles. La cultura es la que tiene que y puede transformar y construir las nuevas ciudadanías de la paz, entendiendo que desde el arte se puede construir, se pueden alimentar y se pueden fortalecer ciudadanías creativas, libres, con perspectiva de futuro, capaces de transformarse a sí mismas y entender desde una perspectiva más amplia el contexto en el que viven.

En tiempos de crisis, en tiempos de verborreas de diferente índole, nos encontramos en una permanente búsqueda. Necesitamos nuevos códigos que nos ayuden a explicar lo inexplicable desde las viejas teorías y tradiciones. Lo lúdico del arte genera esta posibilidad de hacer una especie de paréntesis de lo que nos acontece en la vida real. En su manera más frívola se convierte en entretenimiento, pero el arte puede engendrar situaciones que llevan a reflexionar más allá porque los artistas tienen, entre otras cosas, la responsabilidad de ponernos en contacto con los temas “incómodos” para verlos desde otro punto de vista y nos ayudan a generar criterios propios y critica lo que acontece.

A través del arte se proponen acciones que contrarrestan desigualdades, da cabida a la cohesión social y a las múltiples expresiones de una población de variado origen, para ponerlas en diálogo y reconocerlas. La cultura es herramienta de integración y es vía privilegiada para educar a favor de la tolerancia y contra la discriminación. El arte y la cultura nos acerca a la población vulnerable: mujeres, niños, jóvenes a expensas de bandas de tráfico de drogas y de armas en los barrios más pobres. Una identidad cultural para ellos es, en esos barrios, un pasaporte para la vida, un horizonte de futuro.

Construir esa identidad pasa por la cultura; apostarle a la cultura es una apuesta por hacer humana una ciudad que requiere intervenciones extraordinarias y urgentes para volver habitables sus calles y sus plazas por sujetos que toman conciencia de su ser en el mundo, de su pertenencia a una comunidad. Propiciar conciencia, crear ciudadanía, tejer redes solidarias son formas indispensables de atender el fenómeno de la violencia en general y es posible a través de la cultura y de las manifestaciones de las artes cuando las hacemos accesibles a todas las personas como un derecho humano fundamental.

La cultura es lo que da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. “A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea otras que lo trascienden…” tal como se hace mención en la Declaración de México sobre las Políticas Culturales MONDIACULT. En México D.F. en 1982.

Que sea este otro medio para el diálogo, para el intercambio de experiencias y testimonios de cómo el arte, la cultura y la gestión cultural son algunas herramientas eficaces para la construcción de la paz, la construcción de una ciudadanía libre, que traspasa fronteras y poder darle a los migrantes su único valor: el de seres humanos con toda su dignidad.

Bibliografía
1. “En vigencia Unión Aduanera entre Honduras y Guatemala” [Consultada el 26 de junio de 2017]
2. Sanz, Nuria et al. Migración y Cultura. México D.F. UNESCO & El Colegio de la Frontera Norte, 2016, pág.106
3. FOSDEH. Una aproximación a las políticas de atención a los deportados en los países del Triángulo Norte de Centroamérica – Honduras. Guatemala: Asociación de Investigación y Estudios Sociales, 2017, pág. 1.
4. “Imparable flujo de niños hondureños migrantes hacia Estados Unidos” https://www.elheraldo.hn/pais/985404-466/imparable-flujo-de-ni%C3%B1os-hondure%C3%B1os-migrantes-hacia-estados-unidos [Consultada el 31 de julio de 2016]
5. “Gestión cultural, el rol del gestor cultural local y derechos culturales” http://cuadernodetodo.com/gestion-cultural-el-rol-del-gestor-cultural-local-y-derechos-culturales [Consultada el 30 de abril de 2018]
6. Sanz, Nuria et al. Migración y Cultura. México D.F. UNESCO & El Colegio de la Frontera Norte, 2016, págs.. 132 -133.
7. “Violencia en Centroamerica” http://www.eluniversal.com.mx/articulo/mundo/2016/04/14/violencia-en-centroamerica [Consultada el 14 de septiembre de 2017]

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