Hasta diciembre de 2019, aparentemente lo teníamos todo controlado. Inesperadamente, originario de muy lejos, un microorganismo de menos de 0.3 micras apareció para desestabilizar nuestra vida (una micra es la millonésima parte de un metro.) Es decir, hablamos de algo realmente imperceptible, casi insignificante, que requiere de un organismo vivo para dividirse y multiplicarse.
El cambio de vida nos ha tomado por sorpresa, lo que hemos vivido a la fecha es, quizás, comparable solo con las películas de catástrofes e incluso de ficción muy al estilo Hollywood. A la fecha, llevamos 5 meses de confinamiento y hemos atravesado varias fases en este proceso: la fase de trivializar; la fase del drama y la fase de la adaptación. Entre el drama y la adaptación quizás ha habido una fase de hiperactivismo en el que intentamos hacer de todo. Y después de la adaptación es posible que estemos en la fase del hartazgo porque da la sensación de que esto no tiene fin.
Cada uno está sufriendo esta situación de diferentes maneras, ya que la enfermedad de la COVID – 19 es transversal y no entiende de fronteras, razas, trabajos o nivel socio-económico, todos somos vulnerables a ello. Ya sabemos que de golpe todo cambió: la sensación de miedo ha sido totalmente normal. Miedo a la enfermedad y la pérdida de seres queridos, teletrabajo, hijos con escuela en casa, dificultades económicas, imposibilidad de evasión y de salir a las calles, entre otras cosas.
Me parece crucial analizar esta situación, también, desde el punto de vista emocional y hacernos la pregunta ¿Qué me está dejando de aprendizaje el hecho de vivir esta pandemia? Tal vez, ahora más que nunca hemos pensado en el tema de la muerte propia o de un ser querido. Por otro lado, pensemos en las personas que por el confinamiento han tenido que enfrentarse a una persona tóxica dentro de su misma casa o tienen que estar más cerca de alguien difícil de tratar.
Seguramente, en algunos momentos todos nos hemos sentido más irritables, enfadados, tristes, histéricos. Y la razón es porque hemos tenido más tiempo para encontrarnos con nuestras propias heridas y fantasmas.
El ser humano no está “diseñado” para el distanciamiento físico y social. Sin embargo, al pensar en otras culturas y religiones, tal es el caso del budismo, hay personas que a propósito buscan el confinamiento y con ello se vuelven las personas más felices del mundo. Pero nosotros que no hemos buscado el confinamiento a propósito, quizás sea importante que nos preguntemos ¿Qué me pide a mí esta crisis sanitaria mundial?
Antes de vivir esta situación, ya padecíamos de una enfermedad muy del S.XXI que se llama “cronopatía” es decir, la enfermedad de querer estar ocupados todo el tiempo, pero como una obligación que se nos impone. En poco tiempo, en las redes sociales aparecieron mil opciones de cosas por hacer, planes para mantenernos ocupados y de paso estar en todas las redes sociales mostrando nuestras proezas de cocina, lo cursos tomados en línea, entre otras cosas. Mantenerse ocupado todo el tiempo en sí mismo no está mal, lo que está mal es hacerlo sin reflexionar en el sentido de ese estilo de vida que en el fondo podría faltarle contenido.
En el marco de los largos y llenos días de trabajo, hijos, cursos y reuniones en línea, y en el que no nos dejan salir de casa, entonces quizás podríamos hacer un espacio para meternos de lleno dentro de nosotros mismos. Considero que es el mejor momento para sanar heridas interiore, es tiempo de introspección. Llegó el momento para conectar mejor como seres humanos y no tanto con el mundo digital. En tal sentido, difiero de invertir mucho tiempo frente a una pantalla y hay que buscar el silencio para estar con nosotros mismos y escuchar nuestro interior.
Es tiempo para comprender el valor de un abrazo y de sentirnos amados y amar, para intentar conectar con lo bueno de cada día y apagar aquella voz interior negativa que nos dice que no podemos con nuestros sueños más profundos. Hay que valorar los pequeños detalles de la vida cotidiana, los cuales encierran lo más extraordinario de la existencia de nosotros como seres humanos que estamos en continua construcción.
Sabemos que muchas personas no se la están pasando bien en esta situación por diferentes razones. Pero, quienes, afortunadamente tenemos lo mínimo necesario y tenemos un trabajo podemos aprovechar para aprender a conocernos más y aprender a tratar con más afecto a los demás, a desarrollar la capacidad de escuchar y comprender sus opiniones, tan necesario en estos tiempos. A ser más solidarios, finalmente. Por ejemplo, enviar un mensaje de cariño para quienes en este momento les tenemos lejos o se la están pasando mal, un detalle sencillo pero que llena de significado un día para otra persona.
Ser solidario, el acto de dar-aceptar, también es aprendido. Aprovechemos la crisis para crecer en virtudes, para formarnos en más y buenos hábito y acciones.
Excelente Carmencita! Muchas gracias!
Gracias Dra. Un abrazo!