
Pero si apenas la semana pasada nos sentíamos contentos porque después de muchos años nos hicimos dos horas de viaje entre la ciudad de Santa Rosa de Copán a la frontera con Guatemala, a la Aduana de Agua Caliente en el Departamento de Ocotepeque. Como en los viejos tiempos, como cuando mis hermanos y yo estudiábamos en la universidad en Guatemala y la carretera era aún carretera y tenía asfalto.
Para nuestra sorpresa en este último viaje, no encontramos ni un solo agujero (cráteres para ser más exactos). Todo el camino estaba nítido. Y todavía hicimos la broma de que ojalá el maquillaje que la pusieron a la carretera llegara ileso para navidad.
Dos días después de haber regresado de Guatemala a Santa Rosa de Copán esto es lo que hay, usted lo puede ver en las fotos. La ciudad de Santa Rosa de Copán está practicamente incomunicada con el departamento de Ocotepeque. Por qué, porque en este país, la carretera es la metáfora de lo que sucede a gran escala en otros ámbitos: tapamos hoyos con lodo y saliva sin trabajar los problemas de raíz. Las carreteras no se deberían de trazar en fallas geológicas. Por más lodo que le pongamos a la carretera cada cierto tiempo, seguirá sucediendo lo mismo a menos de que le pongamos un corcho a la fuente subterránea de agua que la naturaleza dispuso pasar por esta zona de Honduras.
En aquellos gloriosos años, quizás en los años cincuentas del S.XX se benefició a ciertas personas al trazar la carretera por zonas por donde es imposible que haya una carretera y por donde nunca debió de pasar. Pero a eso nos dedicamos: a beneficiar a ciertas personas con «cuellos» cuando se puede y luego tapamos hoyitos para enmendar errores. Se hacen “gallos” y no se arreglan los problemas de raíz o desde su gestación vienen ya mal implantados. Es necesario que tomemos las riendas de nuestra propia historia para reescribirla de una mejor manera. Por lo pronto lo mejor es ya no tener carro particular sino que es mejor transportarse en tractor o chapulín para no dañar los carros propios.