¿Sabías que en Madrid se conserva gran parte de la biblioteca personal del escritor Julio Cortázar?
La Fundación Juan March es una institución que desarrolla actividades de promoción, difusión y fomento de diferentes manifestaciones de las artes, las ciencias y las letras. En su sede de Madrid, C/Castelló 77, tienen entre sus tres bibliotecas especializadas la Biblioteca Julio Cortázar. Si deseas merodear entre las notas personales y rastrear las huellas de este escritor del “boom” latinoamericano debes visitar esta biblioteca para realizar un viaje por el interior de los cuatro mil volúmenes, aproximadamente, que tenía Cortázar en su casa de la rue Martel, en París.
En la segunda planta del edificio de los años sesenta de la Fundación March, Aurora Bernández, viuda de Cortázar, depositó desde abril de 1993 gran parte de los libros de literatura en todos sus géneros y títulos de arte, filosofía e historia que Cortázar dejó al morir en su apartamento.
En total son cuatro estanterías, tres dedicadas a la literatura y una más para los otros títulos. Sus libros nos hablan de sus viajes, mudanzas, olvidos y pasiones. Entre sus páginas se conservan párrafos subrayados llenos de apuntes a lápiz o a bolígrafo, en español, francés e inglés. Se encuentran recortes de periódicos, fotos, dibujos propios y ajenos. Además le servían de señales entre sus libros los billetes de metro, viejos papeles con teléfonos y nombres, entradas de cine o de museos y flores prensadas.
Se trata de la biblioteca de alguien que, en mil notas al margen, discute sin complejos con los clásicos. Es la posibilidad de adentrarse entre sus caprichos, saber del placer que para él suponía leer, su fuente de pasión, de conocimientos y hasta de sus enojos.
Entre los clásicos modernos que él mismo tradujo allí está todo Poe. La colección se completa con libros dedicados por otros reconocidos escritores, lo que permite ver la estrecha relación entre ellos. Algunas dedicatorias son verdaderas cartas que ocupan toda una página, es el caso de José Lezama Lima, Pablo Neruda, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti, Augusto Monterroso y Gabriel García Márquez, entre otros.
Alejandra Pizarnik decoró una página de su libro con una calcomanía de niños a los que ella misma bautizó con dos flechas: Julio y Aurora. Tal vez, la relación entre Cortázar y Pizarnik sea una de las relaciones de amistad que más conmueve por los fragmentos que Pizarnik le escribió en algunas ocasiones: “En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo. Empecé a leer mucho. Te apruebo mucho políticamente. Tu poema “Panorama” es grande porque me hizo bien”. Y firma: “Alejandra Pizarnik, que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y la muerte. Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio –que fracaso, hélas–”. Dos años más tarde, Pizarnik se suicidó.
Durante el recorrido nos damos cuenta que el escritor juguetea con cada libro, muchos de ellos de bolsillo. Le pintó barba y bigotes a Drácula en la cubierta de una edición barata de la novela de Bram Stoker o le cambia a mano el título de un libro si no le gusta. Corrige erratas o usaba sus libros para anotar circunstancias en las que se encontraba cuando iba leyendo: el frío que hacía en un restaurante o por ejemplo lo que anotó en su ejemplar de las obras completas de Pedro Salinas: “En un café lleno de vampiros (…) y entonces, Salinas.”
Todo el archivo de Cortázar actualmente se reparte entre las universidades de Austin –allí está el manuscrito de Rayuela– y Princeton; la Fundación Juan March, Madrid, y la colección de fotografía y filmaciones que Aurora Bernández donó en el 2006 al Centro Galego de Artes de Imaxe, Galicia.
Recomiendo visitar la Biblioteca Julio Cortázar en la Fundación Juan March, Madrid
https://www.march.es/bibliotecas/repositorio-cortazar/?l=1